jueves, 18 de septiembre de 2014

No es el niño, leches!

No soy muy dado a los exabruptos, ni leches es uno propio de mi tierra, pero, sinceramente, me salió del alma.

Alma, en su sentido más banal, es de lo que carece nuestro sistema deseducativo, nuestro sistema orwelliano.

Cuando asistes a una sesión de evaluación en la que una profesora trata de convencer a otros dos de que no aprueben a un alumno porque no está capacitado, siendo sus enrevesados "sentimientos" la medida de la capacidad de un alumno al que en el mejor de los casos le quedan dos años de capacidad...

No es el niño, leches!

Bien me decía mi sabia madre, sabia como todas las madres, educada ella y de buen carácter, que un coño a tiempo está bien dicho y evita que nos pongamos colorados en cien ocasiones más.

No es que yo sea especial, en absoluto. Sólo que en ciertos aspectos me he tenido que deseducar para intentar reeducarme durante largo periodo de tiempo, aunque, por momentos, lo dude.

Bueno, para no ganarme este calificativo de críptico, poco exacto hacia mi persona (aunque reconozco que a veces soy así cuando escribo) 

Y dejar claro que

Al grano. La amiga Rosa nos sorprendía con este tuit-post y pretendía que yo me ciñera a esos 140 caracteres tan impotentes en ocasiones.
Como

Voy a tratar de decir lo que siento y lo que creo.

En primer lugar, querida Rosa, he de reconocerte tu valentía por atreverte a pensar en alto y compartir con nosotros tus inquietudes, que no son ajenas a las de cualquier padre/madre que se precie.

Ya decía nuestro lejano Manuel Segura, que "enseñar a convivir no es tan difícil", salvo para quienes no saben qué hacer con sus hijos o con sus alumnos, que, por otra parte, somos todos los que no sabemos.

"Todos los niños pueden ser Einstein", pero esta escuela y esta sociedad cada vez más atropellada, no sólo se limita a continuar sin saberlo, sino, que por momentos, profundiza en cercenar personas.

Vamos a dejarlo claro de una vez por todas. Hace unos días que lo dije: permanecer 30 horas semanales sentado es malo a cualquier edad, pero castrante en la más tierna infancia y en la más hormonada de las adolescencias.

Al fin y al cabo, lo que diga yo, poco valor debe tener, pero no era yo, era una voz tan autorizada como la de Allen Frances la que lo decía: "Estamos transformando la inmadurez en enfermedad".

No en vano, continuaba: "... en vez de tratarla en clase, estamos gastando millones de dólares en medicamentos”.

Siempre hemos perseguido esa píldora mágica que nos resolviera todos los problemas, incluso los que no lo son.

Soy capaz de entender humanamente la impotencia de un profesor cuando se veante una realidad para la que no ha sido capacitado en un mundo de leyes interminables que olvida lo esencial: el niño.

Pero entiendo aún más al niño que se ve enjaulado en dos o tres escasos metros y se le niega hasa que haga ejercicio en su celda para mantenerse en forma y gastar sus energías biológicas .

El niño es movimiento. El ser humano es movimiento. Somos nómadas. Con grilletes, pero nómadas. Grilletes modernos, pero grilletes al fin y al cabo.

Tu hijo pinta cuadros en su imaginación, crea recreando. Tú, como la protagonista de "El cuadro" de Mercedes Salisachscon tus pocos ahorros pedagógicos (como todos), montas un modesto negocio que te permite acoger a tu hijo sin avergonzarte. Tu hijo se habitúa a hablar con el desconocido del cuadro hasta que un día salga de casa, sin decírselo a nadie, decidido a encontrar a ese desconocido que no es otro que el mismo. Afortunado por tener una madre que le deja soñar cuadros. Desafortunado por tener un sistema y unos profesionales cortos de miras. 


El mensaje de las rosas es una maravillosa parábola en la que nos enseñas cómo lograr nuestros sueños. Mejor aún, cómo lograr que los sueños de nuestros hijos se hagan realidad. Nos muestras en ella, que buena parte de nuestra infelicidad proviene de nuestra manía de vivir demasiado pendientes de la opinión de los demás. 

El principito nunca se debió marchar. Entre otras cuestiones, porque pocas veces se le permitió llegar. El regreso del Joven Príncipe nos hace recordar todo lo que no conviene olvidar: el amor, la fraternidad, la educación (no castración), la familia, los valores que son el cimiento de las sociedades civilizadas y humanas (cada vez más distantes). Va creciendo y un día regresará de la inocencia a la madurez, de lo cotidiano a lo trascendente, y de la tristeza a la alegría y el entusiasmo de vivir. Pero lo hará sin haber perdido la niñez interior que todos debemos conservar. Una paciente madre tendrá algo que ver en ese regreso que todos llevamos a cabo en algún momento de nuestras vidas. Y lo agradecerá.

Adel Faber y Elaine Mazlish deberían plantearse cambiar el título de su obra "Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen", por el de Cómo hablar para que nuestros alumnos nos escuchen y cómo escuchar para que nuestros alumnos nos hablen. Mejor aún, directamente dirigirse al capítulo dos de Momo, hacer que las personas se parezcan libros llenos de vida y sueños y titularlo directamente, "Cómo escuchar para que nuestros alumnos nos hablen y se hablen a sí mismos y a los demás" ¡Qué poco sabemos escuchar...!

Gracias a la informalidad cada vez más formal del aprendizaje informal, tu hijo comprenderá "la elegancia del erizo", y juntos descubrirán la belleza de las pequeñas cosas, invocarán la magia de los placeres efímeros e inventarán un mundo mejor en el que sobrevivir gracias a la amistad, el amor y el arte.

Un día descubrirá que no está mal dar besos en la mejilla a las personas que queremos, tal y como su madre le enseña y escribirá su propio "Cuaderno de besos". Esos besos y esas caricias que nos salvan.

A diferencia de lo que proponía a sus alumnos el protagonista de la película (Robin Williams, "El club de los poetas muertos") a medida que pasa el tiempo y observo a mi alrededor, crece en mi la sensación de que dejamos lo esencial para después del funeral. Me refiero a la reflexión sobre las cuestiones importantes de aquello que da sentido a la vida, lo que la nutre, lo que aporta profundidad a nuestras experiencias, calidad a los momentos vividos, gratificación emocional e intelectual, vínculos afectivos potentes, islas de sentido, sensación de cumplimiento y de plenitud: aquello por lo que merece la pena hacer el esfuerzo de construir nuestra propia hoja de ruta y de comprometernos a hacerla realidad: "La Buena Vida".

Comentaba Ángel I. Pérez Gómez, en el prólogo de su libro "Educarse en la era digital", que tenía la impresión de moverse sobre una plataforma irregular, pero en todo caso bipolar por lo que no le resultaba fácil mantener el equilibrio. Sentía como uno de sus pies se apoyaba en el territorio de las ideas y prácticas innovadoras, mientras el otro se asentaba sobre un territorio más rocoso, firme aunque resquebrajado, de una realidad escolar obsoleta y desbordada, criticada por doquier pero resistente al cambio y contumaz en la defensa de las tradiciones y modos de hacer pedagógicos que si alguna vez tuvieron sentido (cuestionable para él y para nosotros) desde luego ya hoy no.

Difícil mantener el equilibrio como docentes, padres y madres ante una realidad que sitúa al alumno y su naturaleza como el problema y que busca en la salida fácil y falsa del negocio de la medicación, lo que debería buscar en las aguas de la educación emocional y la adecuación de la enseñanza a la naturaleza del ser humano, a sus necesidades vitales y a sus propios intereses y que descubra "El elemento" o los potenciales elementos que lleva cada ser dentro de sí mismo aunque lo ignore.

Hacer de nuestros hijos y alumnos los propios gerentes de sus sueños ("El gerente de sueños") es la mejor forma de motivarlos e involucrarlos en SU educación. Intrínsecamente, como no podría o debería ser de otra manera.

"Fish", "Historias de Fish", evitar los ambientes tóxicos que lejos de contribuir al desarrollo de las personas, los pervierten en favor de un sistema cada vez más orwelliano ("1984"). "Un mundo feliz" que podría ser una utopía, aunque irónica y ambigua: la humanidad es desenfadada, saludable y avanzada tecnológicamente. La guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. Sin embargo, la ironía es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la familia, la diversidad cultural, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía. Alumnos tranquilos, silentes, a-maestrados (nunca peor y más realmente dicho, el ideal del mal docente). Profesores asilvestrados, relajados hasta la extenuación, con una sonrisa nada etrusca.  

No podemos, como hacía Salvatore, dejar de regalar sonrisas etruscas a nuestros alumnos e hijos que les intenten transmitir e infundir amor a la vida. Ya lo decía el gran Sampedro, críticos, pero vitales.

Conocerse a uno mismo es la fuente inagotable, nuestra "Brújula interior". Si no nos conocemos a nosotros mismos, difícilmente podremos ayudar a otros a que se conozcan a sí mismos. Si no amamos aprender, difícilmente podremos guiar a otros para que lo hagan. El otro no es el problema, el otro es la solución.

Cuando lo que predomina es la lógica aniquiladora de la intolerancia y la tiranía, d"el pozo y el péndulo", resulta una salida fácil, pero no conduce a ningún camino, salvo a un absurdo camino sin salida ni retorno que sólo pospone, cuando no arrebata, cualquier solución, cualquier vida. 

Nos conduce a "la isla desconocida", una triste y descarnada fábula del hombre moderno actual, tan actual como el "Ensayo sobre la ceguera". Ceguera social y cegera educativa que da al traste con tantas inquietudes sepultadas de alumnos que no se adaptan a un sistema, cuando debería de ser el sistema el que se adaptase a ellos.

Así que, amiga Rosa, "Aplícate el cuento": "La música está en mí", en tu hijo y en ti quiero decir. No dejes que ningún mal aventurero los despoje de ella. No olvides, que "Soy yo quien decide", tu y tu hijo quiero decir. Y, como en "la parábola de la educación" sigue acompañando a tu hijo a recoger guijarros y a disfrutar mientras lo hace. No en vano, cada día, la enseñanza formal (la castrante), tienes menos peso e importancia.

La música está en ustedes, no en los que desafinan creyéndose divos.

Prometí ser claro como un libro abierto. Sé que no lo he sido demasiado, pero también advertí que al escribir me vuelvo algo críptico.

Más no lo soy, por eso, querida Rosa, te digo que no sólo te entiendo perfectamente, sino que comparto inquietudes contigo como padre y como docente e intento aportar mis pequeñas soluciones,

¡"Malditas Matemáticas" y Ciencias Divertidas que nos hacen soñar para darnos de bruces con el día a día de los traficantes de pastillas! Bienaventurados los "Lewis Carroll" que nos transmigran al País de los Números y nos hacen correr las más increíbles peripecias y comprender que las matemáticas no son sólo útiles, sino también divertidas.

¡Feliz día de no cumpleaños!


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